La obesidad es una condición que afecta a millones de personas en todo el mundo, y aunque muchas personas logran perder peso a través de dietas y ejercicio, mantener esa pérdida a largo plazo resulta extremadamente difícil. En la mayoría de los casos se da el conocido efecto yo-yo, por el cual, las personas vuelven a recuperar no solo lo que han perdido sino que, en muchas ocasiones, un poco más.
Desde un punto de vista genético, hay estudios que muestran que hasta un 75% de las variaciones en el índice de masa corporal (IMC) se puede atribuir a factores genéticos. Sin embargo, la regulación del depósito graso depende además de toda una serie de factores como influencias medioambientales, metabólicas, nerviosas, conductuales y endocrinas.
El peso corporal está regulado fisiológicamente. Esto significa que una desviación más allá de lo que nuestro cuerpo entiende como un rango deseado, desencadena ajustes en el apetito y el gasto energético para promover la restauración del equilibrio energético. En esta entrada del blog vamos a explorar este concepto y sus implicaciones para el tratamiento de la obesidad.
Ideas clave:
1- La pérdida de peso es difícil de mantener a largo plazo debido a respuestas fisiológicas como el aumento del apetito y la disminución del gasto energético, que favorecen la recuperación del peso perdido
2- Las hormonas juegan un papel crucial en la regulación del apetito y la saciedad, influyendo en la dificultad para mantener la pérdida de peso
3- Estrategias como la medicación, cambios en el estilo de vida, la terapia cognitivo-conductual y el apoyo social pueden ayudar a contrarrestar las respuestas fisiológicas y mejorar el éxito en el mantenimiento del peso.
La importancia de la grasa para la regulación del peso
El tejido adiposo no solo es un depósito de energía, sino que, como comentamos en esta entrada del blog, también juega un papel crucial en la regulación del peso corporal. Nuestro cuerpo va a intentar que nos mantengamos dentro de unos niveles que considera óptimos. Cuando adelgazamos, es decir, cuando nuestras reservas de grasa se hacen menores, los adipocitos mandan una señal al cerebro para que «sea consciente» de que las reservas energéticas están disminuyendo.
Para poder mandar ese mensaje, las células de grasa utilizan diversos mecanismos. Uno de los más importantes es regulando la liberación de una hormona llamada leptina. La leptina es una hormona anorexígena, es decir, disminuye la sensación de hambre provocando que consumamos menos alimentos. Las concentraciones de leptina en nuestro cuerpo dependen directamente de la cantidad de grasa que tengamos almacenada. A mayor cantidad de grasa, mayor concentración de leptina, es decir, que a mayor cantidad de reservas energéticas, menor sensación de hambre.
Al adelgazar, los depósitos de grasa disminuyen, al igual que la concentración de leptina. El cerebro ya no está bajo la influencia de esta hormona saciante y, por tanto, aumenta el apetito para intentar retomar las reservas iniciales de grasa.
Respuestas fisiológicas a la pérdida de peso
Varios estudios han demostrado que la pérdida de peso inducida por la dieta lleva a un aumento sostenido del apetito. En un estudio donde adultos con obesidad perdieron el 14% de su peso corporal en 10 semanas, los índices de hambre, deseo de comer y consumo de alimentos aumentaron significativamente y se mantuvieron elevados hasta 12 meses más tarde.
Además del aumento del apetito, también se observa una disminución en el gasto energético. Esta disminución es mayor de lo que se esperaría simplemente por la reducción de la masa corporal magra. El cuerpo se adapta a esta nueva situación y se vuelve más eficiente en el uso de energía, gastando menos calorías para realizar las mismas actividades, favoreciendo de este modo la vuelta a la situación previa al inicio de la dieta.
Pero no solo se ven afectadas la sensación de hambre y el gasto energético. En este sentido, hay estudios que han mostrado que la pérdida de peso del 10% inducida por restricción calórica en personas con obesidad también conduce a alteraciones en la actividad cerebral. Estas alteraciones se han detectado en varias regiones del cerebro involucradas en el control emocional y cognitivo de la ingesta de alimentos afectando a los sistemas de recompensa y a la sensación de placer.
Hormonas y pérdida de peso
La leptina no es la única hormona involucrada en la regulación del apetito y el peso corporal. Otras hormonas, como la ghrelina (que promueve el hambre) y los péptidos liberados en respuesta a la ingesta de nutrientes (como la CCK, GLP-1 y PYY), también juegan roles importantes.
La ghrelina es una hormona que se secreta en el estómago y estimula el apetito. Su nivel aumenta antes de las comidas y disminuye después de comer. La pérdida de peso está asociada con un aumento de los niveles de ghrelina, lo que puede contribuir a una mayor sensación de hambre y un deseo más fuerte de comer.
Por otro lado, hormonas como la CCK y el GLP-1, que se liberan en respuesta a la ingesta de alimentos y promueven la saciedad. La liberación de estas hormonas disminuye cuando adelgazamos, reduciendo así la sensación de satisfacción después de las comidas. Este desequilibrio hormonal crea un entorno fisiológico que favorece la recuperación del peso perdido.
Ser capaces de mantenernos es, por tanto, un desafío debido a estas respuestas fisiológicas que promueven la restauración del peso perdido. Las personas que han perdido peso enfrentan una mayor hambre, un mayor deseo de comer y una mayor eficiencia en el almacenamiento de grasa. Estas respuestas pueden durar años, lo que hace que la recuperación del peso sea una lucha constante.
Estrategias para contrarrestar las respuestas fisiológicas
Para mejorar el éxito a largo plazo en el tratamiento de la obesidad podemos contar con distintas herramientas:
- Medicación: Algunos medicamentos pueden ayudar a controlar el apetito y aumentar el gasto energético. Por ejemplo, los agonistas de GLP-1 y PYY (Ozempyc), han mostrado eficacia en la reducción del apetito y el mantenimiento de la pérdida de peso. Estos medicamentos imitan la acción de las hormonas naturales que promueven la saciedad, ayudando a reducir la ingesta calórica.
- Cambios en el estilo de vida: Programas de dieta y ejercicio estructurados, junto con apoyo continuo, pueden ayudar a las personas a mantener la pérdida de peso a pesar de las respuestas fisiológicas adversas. La adopción de hábitos saludables a largo plazo, como una alimentación equilibrada y la práctica regular de actividad física, es fundamental para el éxito en la gestión del peso.
- Terapia cognitivo-conductual (TCC): La TCC puede ser útil para abordar los factores psicológicos y emocionales que contribuyen al aumento de peso y dificultan el mantenimiento de la pérdida de peso. Esta terapia se centra en cambiar los patrones de pensamiento y comportamiento que pueden sabotear los esfuerzos por mantener un peso saludable.
- Soporte social: Contar con el apoyo de amigos, familiares o grupos de apoyo puede marcar una gran diferencia en la capacidad de una persona para mantener la pérdida de peso. El apoyo social puede proporcionar motivación, responsabilidad y un sentido de comunidad.
Investigación en curso
La investigación sobre la regulación fisiológica del peso y las respuestas hormonales que se dan al perderlo continúa evolucionando. Los científicos están explorando nuevas intervenciones que podrían ayudar a contrarrestar estas respuestas adaptativas del cuerpo. Por ejemplo, estudios recientes están investigando el papel de la microbiota intestinal y cómo las modificaciones en la dieta y los probióticos podrían influir en este proceso.
Además, hay un interés creciente en el desarrollo de medicamentos que puedan bloquear o mitigar las señales hormonales que promueven la recuperación del peso. Estos medicamentos podrían ofrecer nuevas esperanzas para las personas que luchan por mantener su pérdida de peso a largo plazo.
Teniendo en cuenta todo esto, queda claro que la batalla contra la obesidad no es solo una cuestión de fuerza de voluntad sino una lucha contra nuestra propia fisiología. No obstante, con la combinación correcta de tratamientos médicos, nutricionales y cambios en el estilo de vida (actividad física, descanso, manejo del estrés…), es posible superar estos desafíos y lograr mantener un buen estado de salud a largo plazo.
Pedro Morales Rodríguez-Parets
Farmacéutico y Dietista-Nutricionista
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