obesidad

¿Qué entendemos por obesidad?

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad se define como una enfermedad crónica y multifactorial que se caracteriza por una acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud.

Sin embargo, se tiende a simplificar este problema y olvidar las dos palabras más importantes de la definición: crónica y multifactorial.

La obesidad es una condición médica persistente y de larga duración que requiere un enfoque de tratamiento a largo plazo. Esto choca con el bombardeo masivo que recibimos de dietas milagro y productos que prometen una pérdida de peso de manera muy rápida y, en parte, es por eso que todos estos remedios terminan fracasando a medio-largo plazo.

Y por otra parte es multifactorial, ¿Cuántas veces hemos escuchado frases como: “Fulanita está gorda porque come mucho” o “Si hicieras deporte no estarías así”?. Pues bien, hay que entender que hay ocasiones en las que solamente con deporte o incluso siguiendo una dieta hipocalórica, hay personas que no son capaces de mantener un porcentaje de grasa adecuado.

Debemos saber que en el desarrollo y mantenimiento de la obesidad hay que tener en cuenta múltiples factores: biológicos (superávit calórico, genética), ambientales (nivel socioeconómico, barrio en el que se vive), culturales (festividades, horarios, vida social) y de comportamiento (sedentarismo, estrés, falta de sueño…). No quiero decir que la obesidad pueda deberse a diferentes causas, sino que suelen estar presentes varias de ellas a la vez.

¿Por qué la obesidad es perjudicial?

Es fácil entender que cuanto mayor sea el peso de la masa grasa de una persona, mayor es la carga mecánica que sufren las articulaciones y los tendones. Por otra parte, si esta grasa se acumula en la zona visceral, puede dificultar el correcto funcionamiento de los órganos que rodee como el corazón, hígado o pulmones.

Sin embargo, un mero aumento en la carga es insuficiente para explica por qué se asocia la obesidad a distintos tipos de enfermedades como la diabetes, hipertensión, enfermedades renales, ciertos tipos de cáncer o, incluso, la depresión. Para poder explicarlo, debemos comprender  primero cuales son los efectos de un balance energético positivo mantenido en el tiempo.

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Cuando ingerimos mayor cantidad de comida de la que necesitamos, el cuerpo guarda esa energía que sobra para otro momento en el que sea necesaria. Principalmente se utiliza como reserva de energía la grasa, aunque en caso de necesidad el cuerpo puede utilizar otros tejidos como músculos o huesos. Para almacenar esa energía sobrante, estas células de grasa pueden aumentar su tamaño (hipertrofia) o aumentar su número (hiperplasia).

Al aumentar su tamaño, tienen más dificultades para abastecerse de oxígeno y nutrientes, lo que provoca la muerte celular y la liberación de señales de peligro que desencadenan una respuesta del sistema inmune.

Las células inmunes secretan unos compuestos proinflamatorios, y unas sustancias que reclutan más células inmunes al tejido adiposo. Esto termina provocando más inflamación y da lugar a un círculo vicioso de muerte celular e inflamación conocido como inflamación crónica de bajo grado.

La inflamación crónica de bajo grado es una respuesta del sistema inmunológico que persiste durante semanas, meses e incluso años, y es precisamente esta inflamación la responsable del desarrollo y progresión de las enfermedades crónicas que antes hemos mencionado. Por tanto, debemos desterrar la idea de que la obesidad es un simple acúmulo excesivo de grasa, una persona obesa es una persona inflamada y como tal, debemos aplicar los cambios pertinentes para combatir esa inflamación.

En futuras entradas del blog hablaremos sobre este tema, de cómo afecta a cada una de esas patologías y de las herramientas que tenemos para poder combatirlas como la actividad física, ciertos fármacos y la nutrición.


Pedro Morales Rodríguez-Parets

Farmacéutico y Dietista-Nutricionista